Santa María, Madre de Dios, consérvame un corazón de niño, puro y cristalino
como el tuyo. Dame un corazón sencillo que no se quede en las tristezas;
un corazón grande para entregarse por completo, tierno en la compasión;
un corazón fiel y generoso que no olvide ningún bien ni guarde rencor por ningún mal.